Las referencias bibliográficas
disponibles sobre Viriato no permiten determinar cuándo ni dónde nació. Para
una parte de la leyenda popular, Viriato nació en la actual Portugal,
sin embargo, esa misma leyenda popular también le sitúa nacido en la actual España.
Los partidarios de esta última teoría tampoco indican con claridad una
localidad o paraje, y existen varios pueblos de
Extremadura que lo reclaman como propio: Coria, pueblos Veratos entre los que
destaca Guijo de Santa Bárbara, y Santiago de Alcántara, donde se encuentra la
gruta llamada "cuna de Viriato". Zamora reclama también el nacimiento
de Viriato en sus tierras, con una plaza y una estatua en su honor. Además,
algunos estudios indican que en estas poblaciones pueden encontrarse vestigios
históricos de antiguas etnias locales. Durante el periodo romano y algún tiempo
después se dieron numerosos matrimonios mixtos entre nativos e invasores,
persistiendo, a pesar de ello, vestigios lusitanos, especialmente en la zona de
Beira Interior y la provincia de Cáceres. En Portugal, la opción más
extendida parece ser la de los Montes Herminios, actual Serra da
Estrela.
La mayor parte de su vida y de sus
campañas guerreras forman parte de la leyenda tejida en torno a su persona. La
única referencia de su tribu nativa está en el
historiador griego Diodoro
Sículo, que la sitúa en la costa lusitana. Los romanos lo acabaron
reconociendo como dux
lusitanorum (líder de los
lusitanos).
Pertenecía a la clase de los
guerreros, la ocupación de las élites gobernantes lusitanas. Los autores
romanos se refieren a él como el dux
(líder) del ejército lusitano y como el adsertor (protector) de Hispania, o como un imperator (conductor) de las tribus lusitanas y
celtíberas.
Para situar contextualmente a Viriato y saber el
porqué de su papel contra los romanos, debemos viajar en el tiempo hasta el S.
III a. C., cuando los romanos inician la conquista de la Península con motivo de
bloquear a Aníbal que luchaba contra Roma en la Segunda Guerra Púnica.
Los pueblos peninsulares comenzaron una resistencia que se dilató en el tiempo.
En el 150
a. C. Sulpicio Galba se encuentra al frente de la legión
romana peleando contra la resistencia
lusitana. Los lusitanos, ante el despliegue romano, deciden enviar una embajada
al campamento para plantear unos términos de tregua. Pero los lusitanos no fueron tan bien recibidos
como ellos pensaban y toda la embajada fue capturada y muerta, escapando
solamente Viriato con vida. Viriato se une incondicionalmente, desde entonces,
a las tropas lusas que pelean durante tres años en la Turdetania (región que
abarcaba el valle del Guadalquivir desde el Algarbe en Portugal hasta Sierra
Morena), siendo cercados en el 147
a. C. por Vetilio. Idea, nuestro
personaje, una estrategia con la que confiaba que salieran victoriosos,
proponiéndosela a las tropas y pasando entonces a ser líder por acuerdo. Esta
estrategia se basaba en la guerra de guerrillas y supuso el fin de Vetilio. De la misma manera consiguió vencer a Cayo
Plaucio, Claudio Unimano y Nigido, y solo fue frenado por Quinto Fabio Máximo
Serviliano.
Inician los lusitanos los primeros
contactos con las tribus íberas, con las que se ponen de acuerdo para vencer al
enemigo común: los romanos. Los romanos piden refuerzo y Máximo Serviliano se
une a las tropas, provocando el retroceso de Viriato y la necesidad de realizar
más pactos tribales. La intensa resistencia y la inteligente lucha que planteó
Viriato le hizo ser reconocido por sus enemigos romanos como Dux de la Lusitania y amigo del
pueblo romano.
VIRIATO
COMO TÁCTICO
Además de un respetado líder,
Viriato poseía una visión estratégica digna de un gran general. Es mencionado
explícitamente por Frontino, en sus "Estratagemas":
Viriathus, ex latrone dux
Celtiberorum, cedere se Romanis equitibus simulans usque ad locum voraginosum
et praealtum eos perduxit et, cum ipse per solidos ac notos sibi transitus
evaderet, Romanos ignaros locorum immersosque limo cecidit.
Viriato, que de ser un bandido se convirtió en
líder de los celtíberos, en una ocasión, mientras pretendía retirarse frente a
la caballería enemiga, les condujo a un lugar plagado de huecos en el suelo. Allí,
mientras él cabalgaba siguiendo un camino que conocía bien, los romanos,
desconocedores del terreno, se hundieron en la ciénaga y murieron.
Frontino, "Estratagemas"
También Apiano reconoce
su talento cuando habla de la batalla de
Tribola:
Dispuso a
sus tropas en línea de batalla como si pretendiera combatir, pero les dio órdenes
de dispersarse tan pronto como montara a su caballo, alejándose de la ciudad de
Tribola por distintas rutas, y le esperaran allí. (...)
eligió a mil hombres de su confianza y combatió todo el día a los romanos,
atacando y retrocediendo gracias a sus rápidos caballos. Tan
pronto como conjeturó que su ejército se hallaba a suficiente distancia y a
salvo, huyó, salvando así a sus hombres de una situación desesperada.
Apiano, Guerras Extranjeras "Guerras en
Hispania"
MUERTE
A pesar del acuerdo, los romanos
querían desembarazarse de Viriato, y por eso, en el año 138 a. C.,
sobornaron a los ursonenses Audax, Ditalcos y Minuros para que lo asesinaran. Al volver a su
campamento, lo mataron mientras dormía. Luego fueron al campamento romano a
cobrar la recompensa, pero el cónsul Servilio Cepión, sucesor y
hermano de Serviliano, se la negó con las siguientes palabras: «Roma traditoribus non praemiat», esto
es, "Roma no paga a traidores". Aunque quizá la célebre frase no sea
más que una invención posterior, recoge perfectamente el sentir de la versión
tradicional, que conocemos por Apiano, Eutropio, Orosio y Suidas, que sostienen que los
romanos contestaron que ellos nunca habían aprobado que un jefe muriese a manos
de sus propios soldados. Es posible, no obstante, que esta versión fuera dada
con bastante posterioridad a los hechos ocurridos para tratar de ocultar la
vergüenza que les producía ser responsables de acciones semejantes.
En su muerte recibió del ejército un
magnífico funeral, prueba del influjo de su personalidad entre sus congéneres,
pues bajo su mandato no hubo motines ni disensiones que pudieran provocar
crisis internas. Dice la
tradición que los restos de Viriato fueron trasladados a Cuenca donde fue
incinerado sobre el Tormo Alto de la "ciudad encantada". Tras esto sus
cenizas fueron mezcladas con las de su mujer y esparcidas en la montaña por
Marcial. Otra leyenda cuenta que Viriato fue incinerado en Azuaga (Badajoz),
estando sus cenizas bajo el castillo de la localidad (El mirador de Viriato). Otras
fuentes de alta fiabilidad ubican los restos de Viriato en Granja de
Torrehermosa (Badajoz).
Táutalo, el sucesor de Viriato, fue
obligado a firmar la paz. Finalmente el cónsul Marco Popilio Laenas entregó a los lusitanos las tierras
que habían sido la causa de la larga guerra. Sin embargo, la pacificación total
sólo se logró en tiempos de Augusto.
Con la muerte de Viriato también murió la resistencia lusitana, pero al tiempo nació su mito. Aunque la muerte del héroe no equivaldría al cese inmediato de las guerras
lusitanas, la resistencia
que opondrían las tribus no duraría mucho más. De este modo, las legiones romanas pudieron
centrarse en la Citerior,
siendo en esta región cuatro los años que Numancia llevaba plantando cara al
invasor.