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martes, 14 de enero de 2014

La Gastronomía Invernal en Guijo de Santa Bárbara

La gastronomía guijeña es sumamente rica y variada. A lo largo del año las amas de casa empleaban los ingredientes que había al alcance de la mano. Por ejemplo, en el verano se aprovechaba la gran variedad de verduras y hortalizas que ofrecían los huertos y vergeles. Sin embargo, en invierno poca cosa podía cultivarse por lo que durante todo el año las amas de casa se preocupaban de conservar determinados alimentos para poder utilizarlos durante el invierno. Ya en el artículo de la conservación de alimentos hablamos de este tema por lo que remitimos al lector al mismo.

Durante el invierno, muchos hombres pasaban todo el día fuera de casa con el ganado. Los cabreros que iban a la sierra con las piaras, tenían que llevarse la comida en el morral por lo que no podían llevarse comidas con caldo y se veían obligados a comer “a seco”. Se llevaban pan, embutidos, jamón y tasajos. Por la noche, al llegar a casa les apetecía comer algo caliente y de cuchara, de ahí que las sopas fuesen la cena más habitual en nuestro pueblo. 

La gastronomía guijeña cuenta con una gran variedad de sopas de pan en la que el pan asentado se combina con diversos ingredientes. Aunque parezcan un plato pobre y sencillo, las sopas son sumamente nutritivas y reconfortantes tras las durísimas jornadas de trabajo de los hombres del campo. Las sopas más habituales eran las sopas canas (con leche, ajo y pimentón), las sopas de patatas (con patatas, ajo y pimentón), las sopas de cocido (con el caldo sobrante del cocido), las sopas de huevo (semejantes a la sopa castellana) y las sopas de cachuela (con sangre).
  

Las sopas solían acompañarse con pimientos “charrascones” (pimientos secos fritos), con torreznillos o con uvas pasas. En primavera se acompañaban con cerezas y el otoño con higos frescos y uvas.



La gente que trabajaba en el campo pero que al mediodía regresaba al pueblo para comer (labradores y vaqueros), disfrutaban de comidas más variadas. A mediodía solía comerse cocido que, en los primeros meses del año, se preparaba con los huesos adobados de la matanza del cerdo.

Cuando los huesos se acababan, se echaban en los cocidos chorizo, morcilla, tocino y carne de cabra, que era la única que vendían los carniceros. Si durante el verano se había matado alguna vaca en la sierra y se había aprovechado la carne para hacer tasajos, también éstos se echaban al cocido. Ésa era precisamente la gran ventaja del cocido, que se podía echar en el puchero cualquier carne o verdura que hubiera al alcance de la mano según la época del año.

Otros platos de legumbres eran también muy habituales como los granos (alubias blancas) con huesos de la matanza o los menines (alubias carillas). Las lentejas no se solían consumir de forma extendida en nuestro pueblo pues tenían muy mala prensa entre la mayoría de los hombres ya que cuando habían estado haciendo “La Mili” no comían otra cosa.


Las patatas también eran parte importante del menú. A mediodía eran muy habituales las patatas triscás, conocidas en otros sitios como patatas revolconas. Se trata de patatas cocidas aderezadas con pimentón, ajos y grasa que se hacían puré batiéndolas con una cuchara de palo. Se acompañaban de torreznos o pimientos “charrascones”. El nombre de “triscás” procede de la palabra castellana “triscar” que consiste en romper las patatas con el cuchillo en lugar de hacer un corte limpio. De esta forma, la patata suelta mejor el almidón y el plato queda más ligado.

Otro plato propio del invierno y sumamente apreciado, eran las migas. Como todo el mundo sabe, se trata de un plato muy popular en nuestro pueblo que nace de la necesidad de aprovechar el pan duro. Las migas, al igual que el cocido, admiten todo tipo de ingredientes cárnicos aunque lo habitual es prepararlas con lomo adobado, panceta, ajos, pimientos y patatas fritas.


En cuanto a las verduras invernales, eran escasas. Se limitaban a las coles y a los puerros. Las coles se cocían y se añadían a los granos (alubias) o se “refreían” con ajo y pimentón.

El consumo de frutas se limitaba a las manzanas y a las naranjas. Las manzanas se cultivaban en abundancia en el pueblo y se conservaban durante todo el invierno sin problema. Los naranjos eran árboles poco frecuentes en nuestro pueblo pero todos los inviernos llegaban arrieros con caballerías cargadas de naranjas. Estos arrieros cambiaban una cesta llena de naranjas por una llena de patatas.

También se consumían uvas pasas, higos secos, ciruelas secas y los populares orejones de melocotón que a menudo se ablandaban un poco en agua caliente antes de consumirlos.

No podemos terminar este artículo sin mencionar dos platos que fueron muy populares pero que ya no se elaboran: las gachas y las castañas empringás.

Las gachas son una especie sencillo plato preparado con harina tostada en grasa (aceite, manteca o tocino) a la que se añade leche o caldo. Se remueve hasta formar una especie de papilla espesa que se sirve caliente acompañada de torreznos de tocino. Fueron un plato muy popular en nuestro pueblo y consumido especialmente durante el invierno por ser sumamente nutritivas.

Las castañas empringás se preparaban cociendo castañas secas y peladas (pilongas) y haciendo luego un puré con ellas. Después se añadía al puré una mezcla de grasa y pimentón y se mezclaba bien. Se consumían calientes, normalmente para desayunar. El desplazamiento de la castaña por la patata, como fuente de hidratos de carbono, hizo desaparecer lentamente platos de este tipo.

Información aportada por Silvestre de la Calle García

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