La economía del mundo
rural, especialmente en lugares de montaña como
Guijo de Santa
Bárbara se centró siempre en la ganadería y en la agricultura.
Hasta mediados del siglo XX las ferias que se celebraban en las
poblaciones de mayor tamaño, tenían gran importancia y a ellas
acudían todos los labradores de los alrededores a vender sus
productos. En la provincia de Cáceres tenían gran importancia las
ferias de
Navalmoral de La Mata y Plasencia.
Sin embargo, la
población más cercana en la que se celebraban ferias de gran
renombre era El Barco de Ávila, que aunque estaba en la provincia de
Ávila se encontraba a tan sólo 30 kilómetros de nuestro pueblo,
cruzando la Sierra de Gredos. Se iba por el conocidísimo camino de
Castilla que partiendo de Jarandilla, sube al Guijo y continúa hasta
la Portilla de Jaranda, bajando primero a La Angostura, luego a la
Garganta de San Martín y desde allí sube hasta coronar el Puerto de
Tornavacas donde se une al Cordel del Valle para llegar hasta El
Barco de Ávila, situado a orillas del río Tormes.
La Feria de El Barco
El Barco, un pueblo cuya
población rondaba los 1.800 habitantes, durante los inicios del
siglo XX, presumía de poder celebrar varias ferias a lo largo del
año, algunas de ellas autorizadas en el Fuero de La Villa durante el
reinado de Alfonso VIII de Castilla. La más famosa de estas ferias y a la que
acudían muchos guijeños era la de octubre, que se celebraba
durante los días 10, 11 y 12 de octubre. A esta feria se acudía a
vender los terneros y los potros nacidos a comienzos de la primavera
y también para comprar algún costal de las famosas alubias o judías
del Barco. Se compraban sobretodo las finísimas riojanas o de riñón
aunque también se compraban las harinosas asturianas o de fabada.
Sirvan como ejemplo, las
cotizaciones de productos agrícolas en El Barco de Ávila hace 100
años, en 1912:
Trigo: 10 pesetas la
fanega (46 kilogramos).
Cebada: 6 pesetas la
fanega.
Centeno: 7,25
pesetas la fanega.
Algarrobas (veza):
6,75 pesetas la fanega.
Patatas encarnadas
del Aravalle para siembra: 65 pesetas la fanega.
Salvado (Cáscara de
cereal): 20 reales la fanega.
Garbanzos: 22
pesetas la fanega.
Harina blanca: 33
pesetas la fanega.
Y los precios de las
cotizaciones ganaderas de la Feria de Octubre de 1955:
Ternera: 16 pesetas
/ kilo vivo.
Cerdo cebado: 40
duros la arroba (11,5 kilogramos).
Vacas para trabajo:
1.000 duros.
Ovejas con cría:
400 pesetas.
Potras castellanas:
4.000 pesetas.
Yeguas castellanas:
6.000 pesetas.
Caballos
castellanos: 4.500 pesetas.
Además, en esta feria,
se vendían hortalizas y legumbres a los siguientes precios:
Judías blancas: 120
pesetas los 100 kilogramos.
Cebollas: 0,90
pesetas/ kilogramo.
Ristras de ajos de 1
kilogramo a 6 pesetas.
Hasta los años 50, la
mayoría de los ganaderos acudía al Barco a vender chotos, potros y
muletos (mulos jóvenes) pero el camino era complicado y se corría
el riesgo de nevadas y temporales por lo que se comenzó a ir a la
Feria de San Andrés de Navalmoral de La Mata a la que acudían
tratantes de toda España que después de la feria embarcaban el
ganado y se lo llevaban en tren. Se vendían sobretodo potros y
novillas para yunta por las que se llega a pagar 5.000 pesetas.
La Feria de Jarandilla
A partir de la década de
los 50 del siglo XX, toma auge la feria de Jarandilla, que se
celebraba en el lugar que hoy ocupa el Instituto de Enseñanza
Secundaria. Se vendía y compraba todo tipo de ganado pero en
particular vacas lecheras de raza Frisona, conocidas aquí como
Suizas y que se traían desde Soria o Santander. También se vendían
mulas catalanas y francesas que eran muy apreciadas para las tareas
del campo.
Poco a poco, con la
emigración a las ciudades y la aparición de la maquinaria para los
trabajos del campo, el ganado fue desapareciendo y con ello las
ferias tradicionales. Las semillas de todos los productos comenzaron
a comprarse en las Hermandades Sindicales de Agricultores y
Ganaderos, precursoras de las actuales cooperativas.
Las Ferias actuales. El
caso de BioCultura
La emigración y la
disminución de la actividad agroganadera hace que las ferias
actuales concentren extensiones territoriales mucho más grandes,
destacando ferias ganaderas como las de Zafra, o mercados de ganado
como los de Trujillo o Talavera de la Reina, o como ocurre en el caso
de la feria de BioCultura.
Esta última feria que se
celebra en Madrid, Barcelona y Valencia ha cumplido 28 ediciones en
la ciudad madrileña, en su última cita celebrada entre el pasado 8
y 11 de noviembre. BioCultura, destaca no solo por ser una feria
agroalimentaria habitual, sino que además de exponer únicamente
productos ecológicos congrega otros aspectos como el consumo
responsable y los estilos de vida saludable, congregando a 700 expositores y 80.000 visitantes.
BioCultura es un marco
perfecto para productos agroalimentarios tradicionales, donde pueden
encontrarse desde semillas, plantones, productos frescos, o productos transformados obtenidos con variedades de cereal
conservadas por métodos de producción ecológicos y tradicionales
como la variedad de trigo espelta, hasta otros innovadores como los
batidos de arándanos o los yogures elaborados a partir de leche de
cabra, siendo buenos ejemplos de actividades que pueden servir de
motor económico en el mundo rural.
Los productos extremeños
se presentaban bajo la marca de
Organics Extremadura, además de
la existencia de espacios de productores como los innovadores
productos derivados del higo como los de
Ecoficus de El Casar de
Cáceres, como los panes de higo o los bombones rellenos de higo de una variedad tradicional conocida como "calabacitas".
Dentro de los productores
veratos y de las comarcas de Gredos destacaba la presencia de la
panadería ecológica
BioGredos de Mombeltrán o la de
Ecotienda de la Vera, de Villanueva.
Información aportada por
Silvestre de la Calle García y Gabriel Castañares Hernández